viernes, 4 de octubre de 2013

Las oraciones de Pedrito

Estaba Pedrito sentado en un rincón de la habitación mirando hacia la esquina. Su madre lo tenía castigado porque llevaba varios días sin hacer sus oraciones correctamente, solo las empezaba, pronunciaba dos o tres palabras y después continuaba diciendo cosas sin sentido, divagando.Cuando el enojo del momento había pasado, platicaban sobre lo que ocurría. Pedrito insistía en que no se daba cuenta de lo que decía, él creía que lo estaba haciendo bien, incluso estaba serio, hincado junto a su cama, con los ojos cerrados y la cabeza reclinada. Pero la madre solo podía escuchar tonterías.
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La señora decidió darle algo de tiempo, y lo dejó por unos días descansar, sin embargo todas las noches, aunque no se lo pidieran, Pedrito se hincaba junto a su cama y comenzaba a orar, igual que todos los días, dos o tres palabras y venían las tonterías, él se levantaba muy contento, convencido de que lo había hecho bien y se iba a la cama. Su madre al ver tal actitud en su pequeño se sintió un poco confundida no tenia caso que siguiera fingiendo cuando ella “no estaba”. y lo observó en secreto los siguientes días.

Sucedía lo mismo cada noche, ella lo veía y él oraba. Pero en una de esas ocasiones, se fue la luz mientras lo espiaba, el niño no se levantó, siguió concentrado, como si nada hubiese sucedido. Ella por su parte fue a buscar una lámpara, al regresar, Pedrito seguía hincado, pero justo detrás de él, una figura extraña, metía un dedo en su cabeza y lo agitaba, era entonces que el niño empezaba a decir incoherencias.

En ese momento la señora no supo qué hacer y se quedó ahí inmóvil, en silencio para que la criatura no actuara en represalia, cuando la luz volvió ya no podía ver al ser extraño, pero sabía que seguía ahí, porque Pedrito decía cosas sin sentido. Esa noche durmió con él, y al siguiente día le contó a la abuela lo ocurrido buscando algún consejo.

Tan sabios como los ancianos son, la abuela descubrió lo que estaba sucediendo. El niño oraba con tal gusto, que sus plegarias llegaban directo al cielo, y esto no le gustaba al señor del infierno, por eso cada noche, mientras Pedrito intentaba hacerlo, venia y revolvía su cabeza, para que sus rezos no fueran escuchados.
Si alguna vez te ha sucedido algo parecido, ya sabes que lo causa.



sábado, 30 de marzo de 2013

El amigo del bosque


Una pequeña familia pasaba sus vacaciones en una cabaña en medio del bosque. Ahí Ramón el menor de sus hijos, pasaba muchas horas jugando entre los árboles y recolectando insectos. Un día llegó diciendo que tenía un nuevo amigo, su familia se alegró mucho, pues el chico hasta el momento no tenía ninguno.
Los días pasaban, pero nadie había podido aun conocer al chico del que tanto hablaba Ramón, así que sus padres le pidieron que lo invitara a casa a cenar.
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Cuando la madre preparaba la cena, pudo ver que Ramón estaba sentado en los columpios, y cuando todo estuvo listo, lo llamó a comer. El chico se sentó a la mesa, diciendo: –Dijiste que trajera a mi amigo a cenar, pero olvidaste su plato-,-Pues cuando llegue, le servimos, no tengas prisa-respondió su madre,-Pero ya tiene hambre, se lavó las manos y se sentó junto a mí-. Los demás miembros de su familia se sintieron algo decepcionados, al no poder ver a nadie en aquella silla, creyeron que se trataba de un amigo imaginario. Y quisieron continuar la noche como si nada hubiese pasado. Pero… Ramón dijo de nuevo: –Mamá, mi amigo tiene hambre, por favor dale un plato o se enfadara.
El padre que no era muy paciente lo reprendió haciéndole saber que no seguirían su juego, pero entre gritos y regaños, todos quedaron sorprendidos a ver que la silla que estaba a un lado de Ramón, se estrelló contra la pared, y los platos de la mesa fueron arrojados al suelo… las luces de la casa empezaron a parpadear, y se oían horribles gritos de enojo. Cuando las luces se estabilizaron, el pequeño Ramón era jalado hacia el bosque, pero no podían ver quien lo arrastraba…
Tampoco volvieron a ver a Ramón desde entonces, pero a veces, cuando ven el columpio del jardín se mese, piensan que Ramón se encuentra ahí… invisible, como su amigo del bosque.

martes, 26 de marzo de 2013

El séptimo piso


La locura es muy peligrosa y aun mas si perdura mas allá de esta vida. Es bien sabido que en los hospitales hay muchas historias de dolor, sufrimiento y muerte, mientras se está tenido en una camilla la vida depende de aquellas personas con batas blancas que toman todas las decisiones necesarias para el beneficio del paciente.
Todo comenzó cuando Amalia una de las enfermeras del hospital General, perdió a su familia, a causa de su trabajo pensaba ella, pues pasaba la mayor parte del tiempo atendiendo a otras personas, y llegaba a casa demasiado cansada para dedicarle tiempo a su esposo e hijo, tal suceso la llevó a creer que su vida seria distinta si no hubiera más enfermos que cuidar. En pocos días su mente se vio invadida de ideas que no tardó en realizar.
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Hambrienta de venganza contra todos aquellos que le hicieron perder a su tan apreciada familia, su trato hacia los pacientes cambió, ellos estaban cada vez más enfermos, sin importar cuando hicieran los doctores, la salud de los pacientes se deterioraba, extrañamente esto solo sucedía con los pacientes del séptimo piso, donde Amalia trabajaba.
Tras el extraño suceso los doctores daban rondas mas continuas, y en una de ellas la enfermera fue sorprendida suministrando un medicamento dañino a un paciente, el doctor trató de detenerla pero ella se dio a la fuga, su intento por escapar fue infructuoso, no encontró rápida salida, viéndose entonces rodeada por los demás miembros del hospital, que había sido alertados a gritos por el médico mientras la perseguía no tuvo más opción que atrincherarse en el cuarto de limpieza, desde fuera le invitaban a dialogar, ofreciéndole soluciones, pero ya que ninguna fue de su agrado,se cortó las venas. Cuando no obtuvieron mas respuesta tumbaron la puerta, solo para encontrarla tirada en medio de un charco de sangre… muerta.
Extrañamente después de su muerte los pacientes del séptimo piso seguía falleciendo, incluso un día un grito de horror retumbo en las paredes, uno de los pacientes estaba pálido tocándose la cabeza con desesperación, describiendo que una enfermera de uniforme ensangrentado había intentado matarlo, los trabajadores del hospital quedaron petrificados al ver un rastro de sangreque dirigía hasta el cuarto de limpieza donde Amalia falleció.
Las apariciones se dieron con más frecuencia, muchas enfermeras y doctores la veían pasar, ir y venir de aquí para allá sin poder hacer nada más que sentir un terror profundo que les helaba la sangre…
La única solución que se pudo encontrar fue clausurar el séptimo piso, no hay manera de entrar en él, el elevador está programado para no detenerse, el número siete ni siquiera aparece en el conteo, y las escaleras están selladas, fue agregada una nueva construcción alterna para unir la planta seis y ocho sin pasar por la séptima.

El Bebé de mal aspecto

Según cuenta la leyenda Alicia era una azafata a la que le encantaban los niños. Así que no desaprovechaba cualquier oportunidad de tener contacto con ellos. En cierta ocasión, observó una mujer con cara de pocos amigos sosteniendo un bebé en brazos, le comentó entonces todas las comodidades de las que podía disponer en el avión para atenderlo mejor, pero la mujer solo respondía con el ceño fruncido, señalando que no quería ser molestada. Unos minutos más tarde de nuevo la azafata insistió para obtener una cortante y grosera respuesta: - Ya le dije antes que no necesito ninguna ayuda –.
Un poco desconcertada por el actuar de la mujer Alicia no la perdía de vista, la señora prácticamente no se movía ni para pestañear y lo más curioso, su bebé permanecía dormido desde hacía más de seis horas sin tan siquiera haber recibido un cambio de pañal o tomado un biberón. Lo cual parecía muy raro. La mujer había cerrado los ojos y se había dormido con el bebé en brazos y la mantita que cubría a la criatura se había desplazado un poco dejando su cabecita al descubierto. Alicia aprovechó para mirar la carita de lo que parecía un bebé de no más de dos meses de edad. Su piel estaba pálida y su carita parecía hinchada, además desprendía mal olor, por lo que supuso que se habría hecho caca encima y su descuidada madre no se había dado cuenta. Decidió despertar a la señora para advertirla. La mujer al ver que su bebé estaba destapado rápidamente le volvió a cubrir con la manta y de forma grosera respondió: - ¡No me va a decir usted cómo cuidar a mi hijo!, ¡Váyase inmediatamente o le pongo una denuncia al bajar del avión!
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Alicia le contó a su jefe situación ambos regresaron al asiento de la señora. De forma amable el jefe de cabina explicó a la señora que el mal olor de su bebe podría molestar a los demás pasajeros, que ponían a su disposición todos los medios para que lo atendiera adecuadamente, pero la mujer se puso algo nerviosa e irritable, amenazando con demandarlos y armando un gran alboroto, en el calor de la discusión la cabecita del bebé se descubrió de nuevo y el olor se hizo aún más insoportable, tenía una coloración tirando a violeta o un morado, en verdad daba muy mal aspecto, hinchado y totalmente inmóvil. Los tripulantes se quedaron mirando fijamente al niño y la madre al darse cuenta le tapó de nuevo.
Tras la negación de la señora de atender a su bebé o de permitir que lo revisaran se vieron en la necesidad de llamar al Capitán, este le advirtió a la señora que si no permitía que el bebé fuera revisado avisaría a la policía para que la esperara a bajar del avión, tras aquella presión la señora accedió y con la orden del Capitán Alicia acompañó a la mujer que mientras se encerraba en el baño con el niño. La azafata aun con sus sospechas decidió espiar por una rendija de la puerta, y vio entonces que la mujer desnudó al bebé y un olor pútrido salió por la rendija, el niño estaba totalmente morado y una gran cicatriz le cruzaba todo el pecho, no se movía ni hacía ningún gesto. Alicia dio un grito desgarrador y uno de sus compañeros empujó la puerta hasta abrirla por la fuerza. La mujer se abalanzó contra ellos dejando caer el bebé al suelo y gracias a la ayuda de un pasajero pudieron inmovilizarla.
El Capitán comunicó al aeropuerto de destino que estuvieran esperando las fuerzas de seguridad, el bebé estaba muerto y las continuas negativas de la madre a recibir ayuda se debían a que intentaba esconder su estado. La policía al revisar al bebé se llevó una desagradable sorpresa. Habían sido vaciados todos sus órganos internos y dentro de su cuerpecito cosido con hilo quirúrgico había gran cantidad de droga. La supuesta “madre” al entrar en el baño lo que planeaba era tirar por el wc toda la droga que había en el interior del niño muerto para evitar ser capturada por la aduana y enjuiciada por narcotráfico.

El Callejón de Armado


A principios del Siglo XVI los habitantes de la Capital de la Nueva España veían salir a este hombre misterioso del Callejón de Illescas hasta llegar a las puertas del Convento de San Francisco. Una vez ahí entraba muy decidido, se postraba de rodillas ante el altar dando grandes y prolongados gemidos que escapaban de su pecho, gruesos goterones de llanto resbalaban por entre la rejilla de hierro de su casco y en un tintinear de espadas y armadura, se inclinaba hasta besar el suelo siete veces.
Allí permanecía orando, gimiendo y pidiendo perdón. Después, se levantaba y continuaba su camino hasta hallar otra iglesia en donde repetía las mismas acciones. Se decía que era un penitente que arrepentido de sus graves culpas, andaba por cuantos altares le era permitido el tiempo, hasta llegada la medianoche, entonces se le veía alejarse para perderse por el rumbo del callejón de Illescas.
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Sin duda alguna se trataba de un caballero, a juzgar por la ropa que vestía, negra toda, de seda y paños, cubierto con una pesada armadura, portaba su espada y un puñal de misericordia, pues en un duelo a jamás se remata al rival cuando ya agoniza, sino que con este puñal misericordioso secorta la vida de una vez.
Así, año tras año y noche tras noche, se veía cruzar callejones y plazuelas, entrar al templo y sollozar a los pies del Señor de Burgos, a este caballero misterioso a quien se llegó a conocer como “El Armado”. Tenía una sirvienta que sólo salía para comprar lo indispensable para el alimento diario y para escuchar misa en la iglesia de la Concepción.
Las gentes decían que se trataba de un conocido caballero que había sido malo en su juventud, violó damas, engañó esposos, maltrató indios… en fin, que llevó una vida de la cual estaba arrepentido y purgaba sus culpas pidiendo perdón en capillas y conventos.
Un día, cuando la sirvienta salió a comprar hogaza de pan y vino, descubrió que su amo pendía colgado de uno de los balcones de la casa, casa magnífica, de piedra y cantera, con grandes balcones enrejados. Los alguaciles descolgaron el cuerpo de “El Armado” y se vio a través del casco un rostro lloroso y triste todavía.
Y cuentan que años después, algunas gentes que pasaban a deshoras de la noche podían ver a “El Armado”, colgado de los hierros de aquella casona ya ruinosa y quienes con valor se acercaban, escuchaban sus gemidos y veían que por entre la rejilla del casco, resbalaban lágrimas de pena. No se supo el nombre y el pueblo bautizó a ese callejón como “El Callejón del Armado”, en memoria de aquel suceso espeluznante

Leyenda de La Dama Tapada


La Dama Tapada es una misteriosa y siniestra mujer que únicamente se aparece a hombres que caminan solos por las calles de la ciudad entre las 12 y las 4 de la madrugada. Nunca se supo a ciencia cierta su origen, lo único que resalta es que aparece a pocos metros y de forma casual frente a los hombres que prendados de su belleza comienzan a seguirla.
Era una mujer de esbelta figura y cautivadoras formas, de andar seductor y elegante, rodeada de un dulcísimo aroma que dejaba al paso y cubierta en el rostro por un velo que, pese al enigma que representaba, dejaba averiguar gran belleza y juventud tras las sedosas telas… Ningún hombre se le resistía, todos se veían hipnotizados ante la intensa atracción que ejercía aquella mujer, empezando así a seguirla sin importar qué tan tímidos fuesen. La distancia entre ella y el hombre siempre se mantenía igual: nadie se alejaba, por más cobarde que fuese, y nadie se le acercaba más allá de cierto punto… De esa forma la Dama Tapada los mantenía hipnotizados por su atracción, haciéndolos seguirla a lo largo de angostos callejones.
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La mujer parecía invitar a su perseguidor a que la siguiese con leves giros de cabeza y miradas fugaces, así como una risa juvenil. Tal era el estado de enamoramiento de los hombres que la seguían, que no parecían darse cuenta de que nadie más podía verla e incluso las personas que se cruzaban de frente con ella parecían ignorarla.
Finalmente, tras mucho andar la dama se detenía y le decía al caballero: – Ya me ve usted cómo soy… Ahora, si quiere seguirme, siga… -. Entonces se quitaba el velo y por uno o dos segundos, el rostro de la mujer mostraba una deslumbrante belleza griega: finas y delicadas facciones, piel fresca y sonrosada, ojos de cautivadora hermosura y labios de ardiente sensualidad. Pero, tras la breve visión, las sombras oscurecían aquel rostro y la mano de la muerte caía sobre ella, como en acelerada descomposición, reemplazando a la belleza y a la juventud por una horrenda calaveraemanando un hedor intolerablemente nauseabundo… Entonces el hombre quedaba paralizado por el espanto, todo tembloroso y con la frente y las manos bañadas por gotas de un sudor frío como la muerte…
Como antes se dijo, el origen concreto de la Dama Tapada está en el misterio, aunque dentro de la tradición oral se afirma que ella es el alma en pena de quien en vida fue una hermosa mujer que abusó de sus atributos en el comercio de la carne.

Los Gemelos Traviesos


Pedrito y Juanito eran inseparables, hermanos gemelos con un lazo especial y estaban entre los pocos niños de su edad que quedaban en el pueblo. Eran conocidos por sus travesuras, y muchos ancianos ya estaban hartos de ellos.
Como en todos los pueblos, en el que residían los niños había un viejo huraño, uno de esos abuelos cascarrabias y con mal carácter al que pocos echan de menos cuando muere. Ese era el caso de don Vicente, que cuando falleció a los 75 años de edad no dejó más que una sensación de alivio entre sus vecinos. Los gemelos, no dudaron ni un segundo que tenían que ir a investigar.Nunca habían visto un muerto y su curiosidad fue tan grande que decidieron colarse en la casa de don Vicente. Prácticamente no fue nadie a presentarle sus respetos a don Vicente. Tal era el abandono del cadáver del anciano que incluso faltando pocas horas para su funeral ni siquiera le habían metido dentro de su ataúd y aún descansaba sobre una mesa en mitad del salón de su casa. Los chiquillos traviesos con una total falta de respeto lo manosearon, le intentaron abrir los ojos y la boca, le movieron los brazos como si fuera una marioneta y le imitaron mientras se reían de él, pero un ruido en la finca les alertó. Corrieron hacia la salida, pero ya era demasiado tarde y, sin saber dónde ocultarse, se metieron en un pequeño armario que estaba tirado en mitad del suelo del recibidor
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Eran el cura y el herrero, que discutían sobre el velorio de Don Vicente. Ambos trataron de levantar el ataúd pero se dieron cuenta de que ya estaba lleno, pues los niños se habían escondido en él cuando los hombres hablaban. - ¡Ves! aún quedan buenos samaritanos en el pueblo, alguien nos ha facilitado el trabajo y ha metido a don Vicente en su caja. Llevémoslo a su descanso eterno – dijo el cura. Los niños escuchaban toda la conversación desde el interior del féretro, pero era tanto el miedo que tenían al cura que no quisieron ser descubiertos.
Nadie acudió al funeral de don Vicente, así que el cura decidió realizar una versión rápida de la misa que duró tan solo cinco minutos. Los niños, víctimas del calor y el aburrimiento se quedaron dormidos. No pasaron más de cuarenta minutos cuando un ruido en la tapa del ataúd les despertó.Paletadas de tierra caían sobre la caja que ya había sido sellada y ni las patadas ni los gritos de los gemelos parecieron alertar al anciano enterrador que era conocido en el pueblo por su sordera. Los niños quedaron enterrados vivos y nadie parecía haberse dado cuenta…
Los padres de Pedrito y Juanito se alarmaron cuando anocheció y no aparecían por ninguna parte. La madre recordó la muerte de don Vicente y tuvo la intuición de que los niños probablemente fueran a curiosear, pero allí no encontraron más que el cadáver del anciano sobre la mesa del salón, los vecinos se alarmaron cuando encontraron al muerto aún sin enterrar y rápidamente llamaron al cura. – ¿Cómo que no está enterrado? Yo mismo le llevé al cementerio -, – Eso es imposible, padre, don Vicente aún descansa sobre la mesa de su casa -, – Pero el ataúd estaba lleno cuando lo enterramos, si no fue a él ¿A quién hemos sepultado? -.